EL OPORTUNISMO DE
ALGUNOS LIDERES AGRARIOS. SOBRE EL ROBO LEGALIZADO Y LEGITIMADO A LOS
AGRICULTORES.
1.- INTRODUCCIÓN
La
narrativa de algunas organizaciones agrarias y de sus líderes agrarios es
preocupante, tal y como se pone de manifiesto en los análisis que hacen en el
nº 68 de la revista de la Unión de Extremadura, Extremadura Rural. En sus observaciones
sobre las dificultades que encuentra la economía de los agricultores cargan las
culpas sobre el acuerdo del gobierno para reducir la jornada laboral de 40 a
37,5 horas, y disimuladamente sobre la clase obrera. Los responsables de la
revista consideran que este cambio determinará a corto plazo una caída en la
rentabilidad de las explotaciones agrícolas. La opinión superficial sin
analizar el acuerdo y su influencia en el campo, no va más allá de un veredicto
superficial y maniqueo que denota oportunismo condicionado a ganar terreno en
la lucha sindical. También, pudiera ser la expresión de una obsesión propia del
pequeño burgués, que considera perjudicial a sus intereses lo que beneficia a
quien está debajo en la jerarquía social, viendo amenazada su pequeña propiedad
sin ser consciente que el capitalismo le lleva a la ruina y a su
proletarización.
2.-LOS ATAQUES A LA CLASE OBRERA.
Como
ya analizó y demostró Marx, el valor de la producción está determinada no sólo por
la fuerza de trabajo, lo que es el capital variable, sino en un grado mucho
mayor por otros factores que constituyen el capital constante, semillas,
abonos, insecticidas, combustibles, desgastes de las maquinarias, distribución
por intermediarios, burocracia, impuestos, etc. Así, suponiendo que 100 es el
valor del producto y la contribución media de la mano de obra en el valor del
producto es de 50 y 50 el de capital constante (semillas, abonos, etc.). En el
caso de que la mano de obra suba un 10, 66%, como indica la revista del
sindicato de la Unión de Extremadura, sumando el porcentaje de la subida del
SMI (4,4) y el porcentaje por el acuerdo de gobierno (6,25) que se calcula
sobre 40 horas, pero que sería menor pues en el campo el tiempo de trabajo es
de 39 horas (el porcentaje sería 3,84). De todos modos, considerando una subida
de 10,66%. El valor del producto habría subido en mano de obra a 55,3,
manteniendo en 50 el capital constante, resulta que el valor es 55,3+50=105,3.
La subida no sería del 10,66% sino de 5,3 %. En el otro caso, considerando las
39 horas, la subida sería de 4,12. El valor del producto 104,12.
Aunque
hemos supuesto mitad por mitad en el valor del producto, no existe un
porcentaje fijo, pero el capital constante juega un papel crucial en la
agricultura moderna, y su peso en el valor de la producción es significativo
mayor que el de la fuerza de trabajo. La agricultura se ha vuelto cada vez más
dependiente de la inversión en capital para mantener su eficiencia y competitividad.
De tal modo que, a pesar de lo considerado, una subida del salario tiene una
influencia mínima en el valor de la producción y en la rentabilidad mayor o
menor que obtiene el agricultor.
El
problema no es el salario del trabajador sino el ROBO al que están sometidos los
agricultores. Lo recibido en el mercado por el producto de su trabajo no es ni
mucho menos el valor de lo producido (105,3); el agricultor sólo recibe una
parte de este valor, no recibe lo suficiente para compensar todas las horas de
trabajo (capital variable) ni los costos de producción (capital constante). Los
mecanismos externos al proceso de producción le roban la mayor parte del valor
producido. Es un robo que el sistema capitalista tiene
totalmente legalizado y legitimado, del mismo modo que los campesinos en la
época feudal tenían que pagar obligatoriamente parte de sus cosechas a los señores
feudales. En este caso, son las entidades bancarias, los grandes
intermediarios, las bolsas y los especuladores quienes marcan la redistribución
del valor obtenido, dejando una ínfima parte al productor. Mientras exista el
capitalismo esto no cambiará, no es un error ni una cuestión coyuntural, es
algo que forma parte de la naturaleza del sistema. Los buitres se llevan el
botín, el pueblo las migajas.
3.- EL CONVENIO DEL
CAMPO DEBE SER REVISADO.
No
obstante, el afán de estos líderes agrarios es tal que se olvidan del Convenio del
Campo en la provincia de Badajoz, como prueba significativa de los pocos deseos
de cumplirlo; el convenio que es por el que se guían los obreros y agricultores
establece unas condiciones laborales de 6,30 horas y unos salarios concretos de
acuerdo a las características del trabajo en el campo. Estas condiciones
laborales en lo que respecta a los horarios habrán de modificarse en la nueva
proporción adaptada a las 37,50 horas. Condiciones laborales logradas gracias a
la lucha de los jornaleros agrarios que ningún gobierno ha facilitado. Por
cierto, es hora de la actualización del Convenio del Campo que será necesario
negociar ya, teniendo en cuenta la inflación de precios y su impacto en el
nivel de vida.
Estos
líderes también critican las subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
El SMI lo que indica es la cantidad mínima salarial que permite a la clase obrera
el acceso a las necesidades mínimas para mantener sus capacidades de trabajo. Por
lo que ningún salario debiera ser inferior a esta cantidad mínima necesaria
para la reproducción de la fuerza de trabajo. Da la impresión que a esta gente
les molesta que la clase obrera pueda acceder a la recompensa al menos de sus
necesidades elementales para su subsistencia y la de su familia. Debemos de
tener en cuenta que el SMI ha subido mucho menos que el precio de los elementos
básicos para la vida, alimentos, viviendas y combustibles.
De
lo que no dicen nada es de que el salario nominal del obrero no es lo mismo que
el salario real. El salario nominal es lo que cobra, el salario real es la
capacidad de comprar que tiene lo que cobra. Este último se ve influenciado por
los precios de los productos fundamentales para la vida. Una subida de estos alimentos,
agua, luz, combustibles, repercute negativamente en la capacidad adquisitiva
del salario, que es lo que sucede. De este modo, se va al traste la tan
cacareada subida nominal de salarios al reducirse el consumo de productos
básicos.
Los
líderes agrarios cuando hablan de que suben las cotizaciones sociales deberían recordar
a sus afiliados y simpatizantes que estas forman parte del salario del
trabajador, y es una obligación respetarla en todas las contrataciones de
jornaleros, sin excepción. Cuando no pagan las cotizaciones sociales están
robando parte del salario del obrero, que está obligado y debe pagar su sello
mensual. Los líderes agrarios conocen que estas condiciones laborales muchas
veces se incumplen, y también, son conocedores del comportamiento desaprensivo
de algunos propietarios con los trabajadores en materia salarial y de
cotizaciones sociales.
No
son los obreros agrícolas los responsables de la bajada del precio del tomate o
de los cereales, ni que sean los culpables de que haya que arrancar los
frutales o que obliguen a plantar olivares intensivos, es la dinámica del
sistema capitalista con sus leyes, la de la competencia, acumulación de capital
y el movimiento de concentración y centralización de la tierra, las que llevan
inexorablemente hacia la competencia, la modernización intensiva y como
consecuencia a la expulsión de los agricultores por parte de las grandes
Multinacionales y los Fondos de Inversión.
3.- LAS GRANDES
CORPORACIONES ECONÓMICAS SON LAS RESPONSABLES DE LOS BAJOS PRECIOS QUE COBRAN
LOS AGRICULTORES.
Pero
en lo que no insisten algunos líderes agrarios es quién determina que los
precios de los productos del campo que cobran los productores agrícolas sean
tan bajos. Parece que no quieren señalar a los responsables que no son otros
que las grandes corporaciones económicas, las grandes industrias y las grandes
superficies. Unos y otros especulan y trabajan normas, leyes, directivas para
controlar la producción, comercialización y venta de todo lo que puede ser
producido en el mundo rural. Estas corporaciones
económicas están representadas por políticos que con ahínco defienden sus
intereses en los parlamentos locales, regionales, nacionales, en el parlamento
europeo y en la comisión ejecutiva de la UE. Detrás de todo lo que acontece hay
contratos, acuerdos de cifras astronómicas que no caben en nuestra cabeza, se
trata de conseguir que nada cambie.
Son
los representantes políticos de las élites capitalistas afincadas en Bruselas
quienes decretan las medidas que generan las rentabilidades de las producciones
agrícolas. En acuerdos con los Monopolios establecen los precios de las
materias primas necesarias para las producciones agrícolas (semillas, abonos,
insecticidas, combustibles, maquinarias, etc..) saquean y roban a los
agricultores la rentabilidad de sus tierras y el beneficio de su trabajo que de
este modo obtienen beneficios millonarios sin dar palo al agua. En pocas
ocasiones los líderes agrarios mencionan estas circunstancias en las que se
mueve la agricultura. En las sociedades capitalistas resulta difícil combatir
este tipo de cosas que no son accidentales, ni errores puntuales del sistema,
sino que forman parte de su naturaleza, son engranajes internos del
funcionamiento de un sistema que se mueve por el beneficio y la ganancia.
Esta
identificación de intereses se pone al descubierto cuando salen a la superficie
casos de corrupción en la que están implicados intermediarios, empresarios, ministros
y altos cargos, comprados por los dueños de las grandes compañías económicas.
Esta clase dominante no aparece de manera visible en los medios de
comunicación, ni se suelen sentar en los parlamentos, ni ocupar cargos en los
gobiernos, pero son los que financian y manejan a los políticos y sus
organizaciones que, con toda la hipocresía del mundo en las épocas electorales
venden a la población promesas, esperanzas que luego no se cumplen en absoluto.
Las
políticas implementadas desde la UE están llevando no sólo a unos recortes en
los servicios públicos que promueven un vaciamiento lento pero constante del
mundo rural, sino que también llevan a la ruina a los pequeños agricultores.
Los datos muestran que en Extremadura se está produciendo una reducción
acelerada de las explotaciones agrarias, con una concentración de la tierra en
manos de las grandes multinacionales y fondos de inversión que con sus modernos
medios de producción dotados de una alta tecnología no necesitan mucha fuerza
de trabajo ni que haya población en el mundo rural. El proceso de la
acumulación de tierras por parte de estas grandes corporaciones se acelera y expulsa
a la población del mundo rural.
Los
poderes que están machacando a los productores agrícolas son los mismos que van
contra la clase obrera; son los mismos poderes que recortan los servicios
públicos de sanidad, transporte, educación, centros residenciales, promueven
reformas laborales, establecen las agendas medioambientales que tanto daño
hacen a los agricultores, etc. En este
ambiente aparece el oportunismo de las narrativas de algunos líderes agrarios sólo
con el objeto de lograr apoyos a corto plazo entre los agricultores, haciendo
hincapié en el salario del obrero, insistiendo con engaño en lo que resulta más
visible, pero no lo más importante, en la vida del pequeño y mediano agricultor,
en resumen, enfrentando a los agricultores con los obreros.
La
única manera de acabar con todo esto es superando el capitalismo, acabando con
él. La única clase capaz de hacer esto es la clase obrera, la clase social que
no tiene absolutamente nada que perder, y mucho que ganar. En este empeño hay
que contar con los pequeños y medianos agricultores castigados por el mercado
del capital.
4.- EL CAPITALISMO
TRANSFORMA TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA EN MERCANCÍA.
El
capitalismo se mueve por la ganancia, necesita transformar todo en mercancía y
extender el mercado. Todo bicho viviente, toda cosa, toda la fauna y la flora
en la naturaleza es sometida al mercado, al deseo de ganancia. De esta manera
podemos explicar por qué se aprueban normas y directivas tan absurdas por la
Comisión Europea. Reglamentos y disposiciones que regulan aspectos que
relacionan la interacción de las personas con el mundo animal, matanzas,
tenencias de animales, que justifican por razones sanitarias pero que impiden a
las familias unas actividades que les daba la posibilidad de obtener de ciertos
recursos directos y derivados de animales y de la naturaleza que les
facilitaban la vida.
Por
otro lado, la entrada de mercancías de terceros países con precios mucho más
bajos hace que los productos agrarios y derivados de la ganadería españoles no
sean competitivos frente a estas mercancías foráneas. Los precios más bajos
vienen determinados por unos costes en donde los salarios son de miseria y esclavistas
y la producción agraria no está sometida a los controles fitosanitarios y
medioambientales exigidos por la UE.
No
hay que descartar que muchos de las grandes multinacionales europeas tienen
latifundios y un control monopolista de ciertas producciones en estos países de
África, Asia y América Latina, produciendo y exportando a Europa en unas
condiciones que les ofrecen un plus de competitividad frente a los productos
nacionales. El precio de las mercancías que vienen de terceros países condicionan
que los salarios puedan ser más bajos en Europa, al objeto de que los artículos
industriales producidos en las fábricas europeas presenten unos costos de
producción bajos y unos niveles adecuados de competitividad en el mercado
mundial. Por otro lado, los tratados y
acuerdos comerciales con países de África, Asia y América Latina están basados
en mecanismos que caracterizan intercambios en donde el neocolonialismo sigue
presente. Mediante un trueque por el que compran materias primas a precios
bajos y se venden productos de alto valor añadido se mantiene la neo
colonización, la subordinación y la miseria generando unas importantes
transferencias de riquezas desde esos países periféricos hasta Europa. El
imperialismo sigue actuando sin necesidad de invasiones militares y cañones con
distintas formas como la deuda, las presiones financieras, las tasas de
interés, pero que tienen los mismos objetivos que cuando la acumulación
primitiva, allá por los siglos XVI y XVII. Los países imperialistas en vez de
contribuir al desarrollo económico y social de la agricultura y la industria de
naciones subdesarrolladas o en proceso de crecimiento económico, siguen
promocionando la miseria, las guerras, los golpes de estado, y de paso,
provocando la salida masiva de mano de obra hacia Europa.