Sed realistas, pedid lo imposible.
“¿Buscar
trabajo? En más de dos años que llevo en desempleo he podido
entregar más de 1000 curriculums, en las empresas y en los paginas
de internet para encontrar trabajo, y de momento nada” nos
cuenta un trabajador que se acerca a la mesa en la que se recogen
firmas para la Renta Básica. Es la historia que más se repite en la
puerta del SEXPE, en las asambleas, en los bares, en las casas de los
barrios trabajadores. Cada día, en especial desde la llegada de esta
gran crisis, millones de personas en este país se levantan y esperan
que llegue esa llamada, esa respuesta afirmativa, pero la maldita
llamada nunca llega.
En
nuestra comunidad, Extremadura, las cifras de paro a fecha de Abril
del 2013 se encuentra en 181.000 personas, casi un 36% de la
población según datos de la EPA. La pesadilla del desempleo
persigue cada vez a más personas, llevando la situación económica
y social a un estado de emergencia que a menudo acaba en
desesperación, ansiedad y depresión. Una pesadilla que persigue a
los más débiles y que a tenor de todos los pronósticos va en un
imparable aumento. Así, si en el primer trimestre del 2009 dicha
tasa se situaba en el 21,75%, en el mismo trimestre del 2010 marcaba
ya un 23%, casi un 26% en el 2011 y un 32% en el 2012. Los datos no
dejan lugar a dudas, el fantasma del paro cada vez toca a más gente.
Pero
en esta dinámica aparecen claros una serie de actores, fácilmente
reconocibles, con una evidente responsabilidad en esta situación y
cuyas acciones han influido enormemente en este aumento imparable del
número de desempleados. Se trata de las administraciones públicas,
en el caso extremeño, los ayuntamientos y la propia Junta de
Extremadura, cuya función principal es velar por el bienestar de los
ciudadanos e impulsar las actuaciones necesarias para hacer posible
dicho bienestar.
El
gobierno del Partido Popular, y en gran medida también el anterior
gobierno del PSOE, han puesto en marcha una serie de planes dirigidos
fundamentalmente al estímulo del empleo en las empresas privadas a
través del denominado autoempleo, las ayudas a la contratación o la
privatización de ciertos sectores públicos. Pero estas medidas,
repetidas bajo diferentes formas y nombres en los últimos cuatro
años, lejos de conseguir el objetivo de la creación de empleo, han
resultado un rotundo fracaso una y otra vez teniendo como
consecuencia justo el efecto contrario: el aumento del número de
desempleados. El pequeño empresario o el parado con la idea de poner
un pequeño negocio no se atreven a poner en marcha esos proyectos y
crear nuevos puestos de trabajo ya que saben que su éxito depende de
la capacidad de consumo de una población exhausta económicamente
hablando y eso conlleva una gran probabilidad de fracasar.
Es
en este contexto en el que un grupo de plataformas y movimientos
sociales queremos reivindicar una nueva propuesta, que aunque para
muchos es una vieja conocida, sin embargo todavía no se ha puesto en
práctica durante este periodo de crisis que estamos viviendo. Se
trata de la creación y puesta en marcha de un Plan de Empleo público
que abarque al menos la creación de 25.000 puestos de trabajo. Esto
permitiría, además del alivio para esa miles de familias que lo
están pasando mal en Extremadura, la creación de un clima de
optimismo que reactivaría el consumo en el pequeño negocio –que
representa la aplastante mayoría de la actividad económica en
nuestra comunidad- y por tanto la creación de empleo también por
parte de las empresas.
La
respuesta de las administraciones a esta reivindicación ha sido
siempre negativa, argumentando la falta de recursos económicos o la
poca viabilidad que le ven al proyecto. Sin embargo, los miembros del
Movimiento surgido de los Campamentos Dignidad sabemos que en
política, la posibilidad de realizar o no un proyecto dependen
siempre de la voluntad del político de turno para ponerla en marcha.
Hemos visto y sufrido el fracaso de las políticas neoliberales que
se han implementado hasta ahora; sabemos que la administración es
la principal responsable de la creación de empleo; y el actual
Estatuto de Autonomía y la Constitución de 1978 avalan la
supeditación de la riqueza –que cada vez se concentra en menos
manos- a los intereses generales de población. Se trata pues,
repetimos, de una cuestión de voluntad. Hagamos nuestro el “sí se
puede” y salgamos a luchar.
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