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La reforma de la renta básica de inserción que saldrá de este proceso, ¿supone un abandono definitivo del concepto inicial de renta básica que salió de la calle?
Eso es, al menos, lo que pretenden. De ahí que ahora, en el
decretazo, caractericen la renta básica de inserción como una
“prestación asistencial” cuya finalidad no es, como se afirmaba
en la ley del 9 de mayo de 2013, “garantizar las necesidades
básicas” de la población sino sólo atender “a quienes se
encuentren en situación de riesgo o exclusión social”. De ahí
que la exclusión social se defina en la nueva norma no como “la
carencia de recursos necesarios” sino como un cuadro subjetivo de
“concurrencia de factores o circunstancias familiares o sociales”
a determinar por los servicios sociales.
Pero, con todo, la renta básica plasmada en la ley del 2013 era y es
una renta mínima de inserción. Hay que recordar que esa ley se
aprobó por unanimidad pero con la oposición de los Campamentos
Dignidad. Una de las altas funcionarias de la Consejería de Política
Social nos lo repetía gráficamente: “no os hagáis ilusiones. La
renta básica es lo mismo que las AISES (las ayudas de integración
social y emergencia que existían desde principios de los años 90),
pero cambiadas de nombre”. Es verdad que, en el proceso de
elaboración de la ley, les arrancamos avances significativos, en la
cuantía, en los requisito de empadronamiento (de cuatro a un año) o
edad (de 25 a 18 años) o en la duración posible de la prestación
(indefinida), entre otras muchas, pero la lógica y los perfiles de
la prestación son los de una renta mínima de inserción.
La gran novedad es que en Extremadura se genera un proceso de
movilización social que desborda ese marco. Y se encuentran con
22.000 solicitudes encima de la mesa cuando pensaban pagar, como nos
dijeron en las reuniones de aquellas fechas, entre 1.500 ó 2.000, a
lo sumo 3.000. 22.000 solicitudes y una lucha constante denunciando
el impago y las dilaciones.
Es decir, partiendo de una ILP autonómica que reivindica una renta
básica de ciudadanía aplicada por fases, se pone en pie un
movimiento social y se establece una tensión entre la economía de
la dignidad (la renta básica) y la economía de la miseria (las
rentas mínimas de inserción). El objetivo de la reforma de la renta
básica de inserción es precisamente clausurar esa tensión, cerrar
el conflicto social abierto, preocupados especialmente por el
desgaste que pueda suponerles en las elecciones autonómicas. Y para
ello utiliza el arbitrismo legislativo, impermeabilizando los
resquicios por los que se cuela la movilización social, reforzando
los rasgos más asistenciales y clientelares y, sobre todo, haciendo
desaparecer 19.000 solicitudes y emplazando a todas esas personas a
una nueva convocatoria.
Pero las luchas sociales no se disuelven por decreto y además los
Campamentos Dignidad no vamos a permitirlo. Con más de 170.000
personas paradas en Extremadura, con 69.000 teniendo que recurrir a
los bancos de alimentos, con el 60% de la juventud en paro y la tasa
de pobreza infantil más alta del país, van a fracasar en su
objetivo de “paz social” impuesta. Aunque cierren todas las
ventanillas de la Junta de Extremadura. Si hace falta iremos a las
puertas de sus casas.
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El papel de las y los trabajadores sociales cambiará: pasan de ser quienes cierren al proceso a ser los responsables de abrirlo. ¿Qué va a suponer esto para quienes soliciten una renta básica de inserción?
Supondrá un mayor grado de clientelismo. El poder político es muy
consciente, y más en territorios de larga tradición caciquil como
éste, de que el clientelismo para funcionar necesita organizarse
desde abajo. La Junta quiere embridar al movimiento en los servicios
sociales municipales y para ello tiene que implicar a las y los
trabajadores sociales en el control, gendarmería y censo de
“verdaderos y falsos pobres”.
Antes de que se pueda cursar la solicitud inicial, los servicios
sociales han de elaborar el Informe Social y el Proyecto
Individualizado de Inserción. Esto supone, además de una
eternización en el procedimiento, introducir los mecanismos de
subjetividad en los que se puedan mover a discreción los caciquillos
de turno, los “conseguidores locales”. En lugar de valorar
situaciones objetivas de paro o falta de recursos, la nueva norma
atribuye a los servicios sociales la capacidad para decidir sobre el
estado de exclusión o no de los solicitantes.
Pero, como nos recuerda Alvaro García Linera, “el Estado es una
máquina de producción de obediencia, de regulación social pero
también un campo de disputa, un espacio de equilibrio de fuerzas”.
Para empezar, muchas trabajadoras y trabajadores sociales se niegan a
cumplir ese papel de “policía de las familias”, de
intermediadores del clientelismo político o social, y además el
propio movimiento de los Campamentos ha ido encontrando ya las formas
organizativas para impedir este abuso del poder, mediante el
acompañamiento a las familias en su visita a la trabajadora social.
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¿Qué efectos creéis que tendrá el sistema de convocatoria?
Para empezar, el más inmediato y evidente: la aplicación masiva del
silencio administrativo a la inmensa mayoría de las solicitudes
presentadas hasta ahora. Y otro, nada desdeñable, es la inhibición
de muchos solicitantes, cansados ya de que los mareen con papeles y
convocatorias. Quieren quitarse a la gente de en medio con el Todavía
no ha salido la convocatoria y el Vuelva usted mañana.
Si se implanta, la segunda consecuencia inmediata es la imposibilidad
de presentar solicitudes a lo largo de todo el año, lo que entra en
contradicción con la caracterización de la renta básica de
inserción como una “renta alimenticia”, que ellos mismos hacen.
Se pasa de un derecho al que se puede acoger uno en todo momento a
una subvención restringida a determinados períodos del año.
Nos parece que estamos ante un caso de prevaricación institucional,
ante una decisión arbitraria tomada a sabiendas de que va a producir
(lo está haciendo ya) miseria a espuertas. Estamos valorando llevar
las denuncias hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
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Dices que el nuevo sistema supondrá una "patologización" de la pobreza. También crees que este nuevo sistema "culpabiliza" la pobreza. ¿Por qué?
Ahí está la clave. Los muros que separaban “la clase media” y
“los pobres de toda la vida” se están cayendo. Cada vez hay más
permeabilidad, más complicidad y mestura entre los “viejos pobres”
y “los nuevos pobres”. Las rentas mínimas de inserción o las
formas de la caridad institucional, por un lado, o el discurso de la
meritocracia y los emprendedores, por otro, son algunos de los
intentos –vanos, quiméricos-de reconstruir esos muros. Al poder le
va la vida en ello: tiene que movilizar los miedos a “las clases
peligrosas”, a “los barrios conflictivos”, al lumpen. No hay
pobres, hay perdedores, gente inadaptada socialmente, a lo sumo
“pobres diablos”, ese es el argumentario neoliberal que ha ido
calando en las últimas décadas y que, ahora, va deteriorándose.
De ahí la potencialidad movilizadora de la Renta Básica y la
originalidad del movimiento extremeño. No hace falta irse a
Venezuela a buscar a los pobres urbanos como sujeto revolucionario,
está aquí ya latiendo en iniciativas como las PAH o los Campamentos
Dignidad. Los canis de aquí no tienen nada que envidiarle a los
chavs de Owen Jones. Y la conciencia de clase obrera no se adquiere
por el hecho de trabajar en una fábrica. Donde el poder busca
generar fragmentación e incomunicación, los movimientos sociales
críticos podemos y debemos crear pueblo.
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